Nunca antes en la era kirchnerista las multinacionales giraron tantas ganancias al exterior como el año pasado. Este fenómeno, fogoneado por un puñado de eventos coyunturales, fue también la contracara de un proceso progresivo que cuenta ya con casi dos décadas de vida y no muestra síntomas de agotamiento: la extranjerización de la economía.
Lamentable para algunos, con matices positivos para otros, e indistinto para el resto, el traspaso de capital nacional a manos extranjeras comenzó en la década anterior con el polémico proceso de privatizaciones impulsado por el gobierno de Carlos Menem. La debacle y la caída de la convertibilidad abrió una nueva etapa en la que prevaleció el ritmo del samba. La "brasileñización" del mapa corporativo tiene fecha precisa de nacimiento: abril de 2002. Ese mes, el grupo dueño de Brahma puso un pie en Quilmes. Las negociaciones de la familia Mastellone con el grupo francés Danone pueden, ahora, sumar a La Serenísima a la lista de empresas extranjerizadas.
La llegada del kirchnerismo al poder trajo también la promesa de crear un empresariado o "burguesía nacional" sólida. En algo más de seis años de gestión, la avanzada santacruceña logró algunas nacionalizaciones en el entramado corporativo a través del Estado o alentando a firmas de capital nacional. Así como las privatizaciones fueron íconos de la era menemista, las renacionalizaciones, que a veces se conjugaron con estatizaciones, se convirtieron en íconos de la era kirchnerista. Se intentó de esta manera equilibrar la balanza, apelando en ocasiones a una cuota no menor de presiones desde el poder. Y se habla de "intento" porque algunas evidencias marcan que aún se está lejos de lograrlo, y menos aún de revertir el proceso.
Este contrapeso tuvo una característica: se concentró en los servicios públicos, uno de los sectores más castigados por la devaluación y por la pesificación, que además sufrió las consecuencias del prolongado congelamiento tarifario impuesto por la Casa Rosada. Era también donde se habían realizado las privatizaciones en los 90.
La presencia extranjera quedó así concentrada en los sectores más redituables de la economía o, por lo menos, los más redituables del último quinquenio. Basta un dato para verificarlo: las ganancias extranjeras alcanzaron el año pasado los US$ 7418 millones, un nuevo récord histórico.
Las empresas de capital extranjero giraron utilidades y dividendos a sus casas matrices o a sus accionistas radicados fuera de la Argentina por US$ 3552 millones el año pasado, casi el doble que en 2007 y el mayor monto desde, por lo menos, 2003. El dato está plasmado en el balance cambiario que elabora el Banco Central.
Hubo elementos que aceleraron esos giros. A las turbulencias locales, se sumó la crisis global, que llevó a muchas multinacionales a absorber los excedentes de sus filiales para cubrir sus necesidades financieras. Vale aquí otro dato: la reinversión de utilidades, que había sido récord en 2006, cayó el año anterior a tan sólo US$ 396 millones, el nivel más bajo desde 2004.
No dejan de ser elementos de tinte coyuntural. La progresiva extranjerización corporativa aparece como la principal razón de fondo de esos giros. Que haya una fuerte presencia extranjera en el procesamiento o la extracción de materias primas como petróleo, soja, maíz, oro o cobre, cuyos precios volaron hasta la mitad del año pasado, también explica lo abultado de ambas cifras.
Un informe del Instituto de Estudios Económicos de la CTA, elaborado a partir del ranking que elabora la revista Mercado con las 200 empresas que más facturan en la Argentina, indica que, entre 1997 y 2007, la cantidad de compañías extranjeras pasó de 104 a 128. Como consecuencia, su participación dentro de la facturación total de ese grupo pasó del 65,5% al 77,3% en esos diez años. "Lo que pasó a manos extranjeras fueron las empresas más dinámicas", sintetiza el diputado y economista de la CTA, Claudio Lozano. El informe concluye que se profundizaron la concentración y la extranjerización, y que eso empeoró la distribución del ingreso.
El primer paso
La apertura de la economía y las privatizaciones abrieron el juego a las compras y ventas y al aterrizaje de grupos extranjeros en los 90. La primera oleada de ventas, que incluyó la mayoría de las privatizaciones, ocurrió entre 1993 y 1995. Luego hubo otro gran período de ventas, entre los años 1996 y 1998.
En esos años, holdings, fondos de inversión y empresas se quedaron con marcas emblemáticas como Villavicencio, Terrabusi, Bagley y Canale, petroleras como Comercial del Plata y EG3, bancos como el Río, el Francés o el Roberts, automotrices como Sevel, la refinería Astra, la fábrica de pinturas Alba, y bodegas como Peñaflor, Trivento, Norton, Navarro Correas, Etchart y Graffigna.
Empresas europeas como Repsol, Telecom, Telefónica, Endesa, Gas Natural, Electricité de France (EDF) y el grupo Suez coparon el mercado de servicios públicos. Las dos últimas ya se fueron del país.
La avanzada brasileña se quedó con Loma Negra, Alpargatas, Quilmes, los frigoríficos Swift, CEPA, Quickfood y Col-Car y la petrolera Perez Companc, que fue absorbida por la estatal Petrobras. El banco Itaú se quedó con el Buen Ayre, y la siderúrgica Acindar, que pertenecía a la familia Acevedo, fue absorbida por la brasileña Belgo Mineira. Ambas forman parte ahora del grupo Arcelor Mittal. La firma agroindustrial Los Grobo, con el fin de expandirse en el Mercosur, incorporó como socio al grupo PCP. Fue la primera firma en recibir capitales extranjeros durante la presidencia de Cristina Kirchner.
La combinación de un tipo de cambio favorable y la posibilidad de acceder a una fuente de financiamiento como el Banco de Desarrollo de Brasil (Bndes) jugaron a favor de los brasileños. Pero hubo también grupos chilenos y mexicanos que avanzaron en el país.
La cadena de materiales para la construcción Blaisten pasó a manos de la chilena Cencosud, que controla también las cadenas Jumbo, Disco, Easy y Súper Vea. Otra cadena trasandina, Falabella, se quedó con Pinturerías Rex. Dentro de la industria alimenticia, el grupo chileno CCU se quedó con las cervezas Bieckert, Imperial y Palermo, y otra empresa del país vecino, Bethia, adquirió la láctea Milkaut.
La incursión mexicana tuvo un actor excluyente: Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. A través de Telmex, se quedó con la compañía de telefonía celular CTI, Techtel y Ertach. No fue el único que realizó compras en la Argentina. Otra empresa mexicana, Bimbo, compró la panificadora Fargo; Televisa le compró a la familia Vigil la Editorial Atlántida, y otro empresario mexicano, Angel González, le compró Canal 9 a Daniel Hadad.
La lista podría estirarse más aún con las operaciones que tuvieron menos trascendencia mediática. Rubén Ordóñez, consultor de estrategias de negocios, dice que existe una extranjerización menos visible, más silenciosa, que toca a las pequeñas y medianas empresas. "En los campos esto se ve muchísimo, pero también se percibe en la industria", completó. Claudio Mejía, de la Compañía Argentina de Tierras, dice que la venta de campos a extranjeros se mantiene en los niveles históricos, pero creció mucho la incursión de fondos de inversión en la producción. Mejía no ve esto como una extranjerización: "Compran y alquilan. No tienen el amor a la tierra que tenemos los argentinos. Es un activo más, y cuando tienen que hacer toma de ganancias, si tienen que salir, salen".
Dos emblemas
Quedan dos grandes grupos de capitales nacionales: Techint y Arcor. Ya sea por cansancio o hartazgo, el cúmulo de situaciones adversas en las últimas tres décadas o las ideas y venidas de la política económica -un poco de todo esto empujó a La Serenísima a las negociaciones-, lo cierto es que el establishment ha mostrado una importante vocación de venta en las últimas décadas.
Es en este punto que la discusión cambia. "Habría que mirar por qué la tasa de nacimiento y consolidación de empresas no es mayor. Esto tiene que ver con la carga y la continuidad de las políticas públicas y los vaivenes de esas políticas en los últimos 30 años. Es uno de los aspectos que diferencia a Brasil y que afecta la estabilidad de los grupos empresarios", señaló Dante Sica, director de abeceb.com.
El profesor de la UBA e investigador del Cedes, Nicolás Salvatore, coincidió al señalar que, más importante que el origen del capital, es el rol regulatorio del Estado. "No haría una defensa de lo nacional sobre lo extranjero. El problema es cuando las reglas se cambian en forma discrecional", dijo.
Crítico del papel de los grandes empresarios, Salvatore concluyó que lo relevante es alentar la inversión, incluso la estatal, con buenas regulaciones: "Eso no ahuyenta al capital, lo atrae. El tema pasa por ahí más que por el origen del capital. Hay mucho talento y pymes exitosas y pujantes, pero no tenemos una gran burguesía nacional pujante. Y ante esa falencia, alguien tiene que invertir".
Vía: La Nación
Lamentable para algunos, con matices positivos para otros, e indistinto para el resto, el traspaso de capital nacional a manos extranjeras comenzó en la década anterior con el polémico proceso de privatizaciones impulsado por el gobierno de Carlos Menem. La debacle y la caída de la convertibilidad abrió una nueva etapa en la que prevaleció el ritmo del samba. La "brasileñización" del mapa corporativo tiene fecha precisa de nacimiento: abril de 2002. Ese mes, el grupo dueño de Brahma puso un pie en Quilmes. Las negociaciones de la familia Mastellone con el grupo francés Danone pueden, ahora, sumar a La Serenísima a la lista de empresas extranjerizadas.
La llegada del kirchnerismo al poder trajo también la promesa de crear un empresariado o "burguesía nacional" sólida. En algo más de seis años de gestión, la avanzada santacruceña logró algunas nacionalizaciones en el entramado corporativo a través del Estado o alentando a firmas de capital nacional. Así como las privatizaciones fueron íconos de la era menemista, las renacionalizaciones, que a veces se conjugaron con estatizaciones, se convirtieron en íconos de la era kirchnerista. Se intentó de esta manera equilibrar la balanza, apelando en ocasiones a una cuota no menor de presiones desde el poder. Y se habla de "intento" porque algunas evidencias marcan que aún se está lejos de lograrlo, y menos aún de revertir el proceso.
Este contrapeso tuvo una característica: se concentró en los servicios públicos, uno de los sectores más castigados por la devaluación y por la pesificación, que además sufrió las consecuencias del prolongado congelamiento tarifario impuesto por la Casa Rosada. Era también donde se habían realizado las privatizaciones en los 90.
La presencia extranjera quedó así concentrada en los sectores más redituables de la economía o, por lo menos, los más redituables del último quinquenio. Basta un dato para verificarlo: las ganancias extranjeras alcanzaron el año pasado los US$ 7418 millones, un nuevo récord histórico.
Las empresas de capital extranjero giraron utilidades y dividendos a sus casas matrices o a sus accionistas radicados fuera de la Argentina por US$ 3552 millones el año pasado, casi el doble que en 2007 y el mayor monto desde, por lo menos, 2003. El dato está plasmado en el balance cambiario que elabora el Banco Central.
Hubo elementos que aceleraron esos giros. A las turbulencias locales, se sumó la crisis global, que llevó a muchas multinacionales a absorber los excedentes de sus filiales para cubrir sus necesidades financieras. Vale aquí otro dato: la reinversión de utilidades, que había sido récord en 2006, cayó el año anterior a tan sólo US$ 396 millones, el nivel más bajo desde 2004.
No dejan de ser elementos de tinte coyuntural. La progresiva extranjerización corporativa aparece como la principal razón de fondo de esos giros. Que haya una fuerte presencia extranjera en el procesamiento o la extracción de materias primas como petróleo, soja, maíz, oro o cobre, cuyos precios volaron hasta la mitad del año pasado, también explica lo abultado de ambas cifras.
Un informe del Instituto de Estudios Económicos de la CTA, elaborado a partir del ranking que elabora la revista Mercado con las 200 empresas que más facturan en la Argentina, indica que, entre 1997 y 2007, la cantidad de compañías extranjeras pasó de 104 a 128. Como consecuencia, su participación dentro de la facturación total de ese grupo pasó del 65,5% al 77,3% en esos diez años. "Lo que pasó a manos extranjeras fueron las empresas más dinámicas", sintetiza el diputado y economista de la CTA, Claudio Lozano. El informe concluye que se profundizaron la concentración y la extranjerización, y que eso empeoró la distribución del ingreso.
El primer paso
La apertura de la economía y las privatizaciones abrieron el juego a las compras y ventas y al aterrizaje de grupos extranjeros en los 90. La primera oleada de ventas, que incluyó la mayoría de las privatizaciones, ocurrió entre 1993 y 1995. Luego hubo otro gran período de ventas, entre los años 1996 y 1998.
En esos años, holdings, fondos de inversión y empresas se quedaron con marcas emblemáticas como Villavicencio, Terrabusi, Bagley y Canale, petroleras como Comercial del Plata y EG3, bancos como el Río, el Francés o el Roberts, automotrices como Sevel, la refinería Astra, la fábrica de pinturas Alba, y bodegas como Peñaflor, Trivento, Norton, Navarro Correas, Etchart y Graffigna.
Empresas europeas como Repsol, Telecom, Telefónica, Endesa, Gas Natural, Electricité de France (EDF) y el grupo Suez coparon el mercado de servicios públicos. Las dos últimas ya se fueron del país.
La avanzada brasileña se quedó con Loma Negra, Alpargatas, Quilmes, los frigoríficos Swift, CEPA, Quickfood y Col-Car y la petrolera Perez Companc, que fue absorbida por la estatal Petrobras. El banco Itaú se quedó con el Buen Ayre, y la siderúrgica Acindar, que pertenecía a la familia Acevedo, fue absorbida por la brasileña Belgo Mineira. Ambas forman parte ahora del grupo Arcelor Mittal. La firma agroindustrial Los Grobo, con el fin de expandirse en el Mercosur, incorporó como socio al grupo PCP. Fue la primera firma en recibir capitales extranjeros durante la presidencia de Cristina Kirchner.
La combinación de un tipo de cambio favorable y la posibilidad de acceder a una fuente de financiamiento como el Banco de Desarrollo de Brasil (Bndes) jugaron a favor de los brasileños. Pero hubo también grupos chilenos y mexicanos que avanzaron en el país.
La cadena de materiales para la construcción Blaisten pasó a manos de la chilena Cencosud, que controla también las cadenas Jumbo, Disco, Easy y Súper Vea. Otra cadena trasandina, Falabella, se quedó con Pinturerías Rex. Dentro de la industria alimenticia, el grupo chileno CCU se quedó con las cervezas Bieckert, Imperial y Palermo, y otra empresa del país vecino, Bethia, adquirió la láctea Milkaut.
La incursión mexicana tuvo un actor excluyente: Carlos Slim, el hombre más rico del mundo. A través de Telmex, se quedó con la compañía de telefonía celular CTI, Techtel y Ertach. No fue el único que realizó compras en la Argentina. Otra empresa mexicana, Bimbo, compró la panificadora Fargo; Televisa le compró a la familia Vigil la Editorial Atlántida, y otro empresario mexicano, Angel González, le compró Canal 9 a Daniel Hadad.
La lista podría estirarse más aún con las operaciones que tuvieron menos trascendencia mediática. Rubén Ordóñez, consultor de estrategias de negocios, dice que existe una extranjerización menos visible, más silenciosa, que toca a las pequeñas y medianas empresas. "En los campos esto se ve muchísimo, pero también se percibe en la industria", completó. Claudio Mejía, de la Compañía Argentina de Tierras, dice que la venta de campos a extranjeros se mantiene en los niveles históricos, pero creció mucho la incursión de fondos de inversión en la producción. Mejía no ve esto como una extranjerización: "Compran y alquilan. No tienen el amor a la tierra que tenemos los argentinos. Es un activo más, y cuando tienen que hacer toma de ganancias, si tienen que salir, salen".
Dos emblemas
Quedan dos grandes grupos de capitales nacionales: Techint y Arcor. Ya sea por cansancio o hartazgo, el cúmulo de situaciones adversas en las últimas tres décadas o las ideas y venidas de la política económica -un poco de todo esto empujó a La Serenísima a las negociaciones-, lo cierto es que el establishment ha mostrado una importante vocación de venta en las últimas décadas.
Es en este punto que la discusión cambia. "Habría que mirar por qué la tasa de nacimiento y consolidación de empresas no es mayor. Esto tiene que ver con la carga y la continuidad de las políticas públicas y los vaivenes de esas políticas en los últimos 30 años. Es uno de los aspectos que diferencia a Brasil y que afecta la estabilidad de los grupos empresarios", señaló Dante Sica, director de abeceb.com.
El profesor de la UBA e investigador del Cedes, Nicolás Salvatore, coincidió al señalar que, más importante que el origen del capital, es el rol regulatorio del Estado. "No haría una defensa de lo nacional sobre lo extranjero. El problema es cuando las reglas se cambian en forma discrecional", dijo.
Crítico del papel de los grandes empresarios, Salvatore concluyó que lo relevante es alentar la inversión, incluso la estatal, con buenas regulaciones: "Eso no ahuyenta al capital, lo atrae. El tema pasa por ahí más que por el origen del capital. Hay mucho talento y pymes exitosas y pujantes, pero no tenemos una gran burguesía nacional pujante. Y ante esa falencia, alguien tiene que invertir".
Vía: La Nación